30/12/08
Delitos Violentos, víctimas y Medios de Comunicación ¿Cómo se debe informar?
Un hecho lamentable ocurre...han asesinado a una pequeña...casi al unísono con la policía se hacen presentes los medios que entrevistan a la madre llorando, vecinos y amigos, muestran la casa de la niña, se hacen especulaciones sobre el posible culpable. La situación se repite una y otra vez en radio, televisión, los periódicos siguen el caso a diario con sendas crónicas...las víctimas se han vuelto material de prensa y poco a poco se olvida el dolor para dar paso a hechos sucesivos. Nadie saca lecciones del hecho, sólo ocurre ante nuestros ojos. Cambiar esa forma de ver una tragedia y permitir a las víctimas de hechos con violencia (homicidio y cuasidelito de homicidio, lesiones graves, robo con intimidación, delitos sexuales, secuestro y presunta desgracia) superar el trauma, es el objetivo del seminario para comunicadores que realizó el Colegio de Periodistas, ACHS y la Corporación de Asistencia Judicial con su Centro de Atención de Víctimas. En medio de una victimización mediatizada es inminente que los periodistas asuman la tarea de apoyar la reparación sicológica del daño, en lugar de resaltar una y otra vez lo negativo de la situación, transformándola en una situación generalizada, que puede ocurrir a cualquiera, acentuando la sensación de miedo de la gente y estigmatizando el lugar donde ocurre el hecho. Para analizar el tema, conversamos con Nelson Muñoz, quien es Psicólogo del Centro de Atención a Víctimas de Delitos Violentos y que en su exposición se refirió a la situación de "La víctima en la intervención periodística". Escuche a este profesional que analiza el actual rol de los medios de comunicación en la materia.
Un cargo vasco afirma que la prensa aflige a las víctimas más que De Juana
Mientras la mayoría de reacciones tras la puesta en libertad de Iñaki de Juana Chaos coincidieron ayer en la necesidad de una reforma de la legislación que impida a este tipo de delincuentes convivir con las víctimas, un cargo del Gobierno vasco se descolgó con una afirmación en la que otorgaba, cara a los familiares de asesinados por ETA, un mayor poder dañino a la prensa que a la propia presencia del terrorista.El adjunto a la dirección de la Oficina de Atención a las Víctimas del Terrorismo, Txema Urkijo, aseguró que le "consta" que la mayor parte de las víctimas que residen cerca de donde vivirá ahora el expreso, en el barrio donostiarra de Amara, "están más preocupadas y agobiadas por la presión y la expectación mediática que se ha despertado que por la propia presencia de De Juana". "Esto no es una suposición. Estoy hablando de una constatación después de contactar y hablar con víctimas, lo cual me parece bastante indicativo de lo que de artificial tiene esta cuestión", agregó Urkijo en una entrevista en la cadena SER.El número dos del organismo de atención a las víctimas dependiente del Ejecutivo de Vitoria y dirigido por Maixabel Lasa, viuda del exgobernador civil de Guipúzcoa Juan María Jáuregui, asesinado por ETA en el año 2000, explicó que la situación vivida "está en parte justificada por la personalidad del individuo" y por el "indudable dolor" que genera en las víctimas del terrorismo. Sin embargo, precisó que se produce una situación "en parte también hipócrita", porque no es el primer preso de la banda que "sale a la calle sin arrepentirse, sin pedir perdón, sin pagar indemnización y con un saldo relativamente barato de años de cárcel por asesinato".Sin embargo, denunció lo que calificó como el "estallido mediático" que ha acompañado a la excarcelación, un revuelo que juzgó "inflado" de forma "penosamente interesada" y "desproporcionada".DESCONTENTOOtra crítica, en sentido diferente, la lanzó la Unión de Guardias Civiles, que consideró "excesiva" la protección que el cuerpo brindó a De Juana en algunas carreteras por las que transitó tras su salida de la prisión de Aranjuez. El sindicato recordó que agentes de la Benemérita han sido "las principales víctimas" del etarra excarcelado.
Víctimas de la prensa: la difícil moral del periodista.
Tuesday, 28 de October de 2008
En las últimas semanas hemos tenido una sucesión de hechos, poco difundidos, o desconocidos por la generalidad de los colegas e instituciones vinculados a la salud, de carácter preocupante. Uno en Montevideo y cercanías, otro en el interior profundo. Ambos con un denominador común: ser víctimas de noticias difundidas por medios de comunicación masivos. Si bien las situaciones que dieran lugar a este brillante artículo ocurrieron en Uruguay, su generalidad y profundas connotaciones éticas y morales nos llevan a invitar a una lectura detenida y un debate sobre el mismo a todos los periodistas que acceden a www.DiarioSalud.net
En un caso, un familiar de una paciente fallecida, en Montevideo, sale a la televisión un domingo, en noticiero central, para afirmar que su esposa había fallecido por culpa de un médico a quien identificó con nombre y apellido, institución a la que pertenecía, etc.
El médico había descubierto una anemia severa en la paciente, signo puede presentarse asociada a ciertos tumores; le palpó una tumoración abdominal y la refirió a un cirujano; la paciente falleció días después de un “cáncer al hígado”, posiblemente un secundarismo neoplásico por tumor digestivo, de evolución rápidamente fatal, existente además de aquél hecho comprobado que evidenciaba grave enfermedad.
La difusión pública, de esta noticia, que obviamente impactó en la opinión pública, en quienes conocían al médico, en la institución para la que trabajaba, fue de efectos terribles. El médico falleció de muerte súbita pocos días después, angustiado por el impacto que esta noticia le produjo. Tenía 64 años, y era compañero de generación. Bien conceptuado por su calidad humana y profesional, era apacible y tranquilo, dedicado por entero a sus pacientes. El oprobio de esta noticia, dicha así, largada al aire, sin confirmar, sin corroborar, tuvo efectos posiblemente fatales. Es comprensible el dolor del familiar. Pero la responsabilidad del periodista que difunde tal especie, debe señalarse.
En el otro caso, un medio escrito de una pequeña ciudad del interior, arremete contra un médico rural, de una población situada a más de cincuenta kilómetros, con un par de artículos, separados por quince días, dos ediciones del quincenario, para acusarlo de haber “matado” a un paciente que falleció. Que murió, aparentemente por un infarto masivo del miocardio, luego de una evolución prolongada con hipertensión mal controlada, sin hacer caso a los consejos médicos ni tomar la medicación indicada, con múltiples factores de riesgo, sobrepeso, tabaquismo, alcoholismo, y a una edad de la cuarta década, donde esta patología hace estragos. También aquí la conducta del periodista no fue responsable. No cotejó la información con las diversas fuentes, quizás tampoco con la familia. Pero destruye y afecta la reputación de un médico que radicado en el área rural, atiende con dedicación a sus pacientes de un amplio radio, sin medios a su alcance para responder rápidamente estas notas que afectan su honor y buen nombre profesional.
Además de estos dos, que hemos tomado como emblemáticos, hay una multitud de otros casos, que se han dado en el curso del último año solamente, sin ir a buscar más atrás, donde por cuestiones o no vinculadas con casos de eventual responsabilidad profesional, se somete a los profesionales de la salud al escarnio público, difundiendo su nombre y apellido, lugar de trabajo y especialidad, hasta sus características físicas y fotografía, por supuestas imputaciones, no comprobadas, de cualquier naturaleza. Cuando en casos de delitos flagrantes, cometidos por cualquier persona que carezca de antecedentes penales, su nombre es ocultado bajo sus iniciales, por hechos mucho más graves, y sin embargo, se tiene una actitud discriminatoria frente a los médicos, enfermeras y personal de salud. Algo realmente curioso, si no fuera casi patológico. Un violador se nombra bajo iniciales “N. N.”, pero si es un médico o enfermera el doctor o la enfermera “Fulano” o “Mengana de Tal”. Estas manifestaciones en medios masivos de comunicación producen graves efectos sobre los profesionales afectados, sus pacientes y sus familias, su lugar de trabajo y un amplio etcétera. ¿Se puede proceder así gratuitamente? ¿No hay norma que ampare a los ciudadanos, siguiendo la disposición constitucional de que en su Art. 7º establece: “Los habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su vida, honor, libertad, seguridad, trabajo y propiedad. Nadie puede ser privado de estos derechos sino conforme a las leyes que se establecen por razones de interés general”. Y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Organización de Naciones Unidas en 1948, en su Art. 11º, inciso 1º, establece: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias para su defensa”. Parece que, en los casos señalados, se está olvidando dos normas fundamentales, además de muchas de menor rango.
¿Por qué ocurre esta diferencia? ¿No hay pautas éticas para el periodismo? ¿No existen disposiciones legales y normas aplicables? ¿Podría haber malapraxis periodística? O es que hay un exceso manifiesto, o falta de conocimiento sobre el manejo de estas situaciones, sin despertar alarma pública.
No estamos hablando mal, ni en contra, de la libertad de prensa, que consideramos constituye un principio democrático que debemos defender en toda circunstancia. Hablamos de la falta de profesionalidad de algunos periodistas, no queremos ni podemos generalizar porque las situaciones denunciadas son la excepción y no la regla. Que desconocen las normas básicas de su arte y de su ética. Y que afectan impunemente a personas que hacen su trabajo con dedicación y no saben las triquiñuelas de cómo defenderse de los malos periodistas.
Carlos Vaz Ferreira (1872-1958), un filósofo uruguayo, tal vez el mayor pensador que tuvimos en el siglo XX y hasta hoy inigualado, dejó en su “Moral para Intelectuales” una pieza imperdible relacionada con la Moral de los Periodistas. Veamos un fragmento:
“MORAL DE PERIODISTAS
“Paso a hablar brevemente de la moral de los periodistas.
“A propósito de la moral de los abogados, planteábamos la cuestión de si existirán o no ciertas profesiones que lleven en sí una especie de inmoralidad intrínseca o inseparable de la profesión misma, y decíamos que la cuestión podía efectivamente discutirse con respecto a la profesión de abogado, quedando siempre bien entendido que esa inmoralidad intrínseca representa simplemente la parte mala de algo bueno o necesario, y que el admitirla no significa admitir que la profesión es mala, sino simplemente saber, en un estado de espíritu sincero, reconocer cuándo existe ese mal inseparable del bien.
“Era, esta cuestión, discutible con respecto a los abogados; también es discutible con relación al periodismo. Y mi sinceridad me obliga a decirles que, aquí también, yo casi creo que esa inmoralidad intrínseca existe, y que no es posible suprimirla del todo.
“La prensa es un bien, un inmenso bien, es todo lo que se dice, y hasta todo lo que se declama sobre ella; es apostolado, sacerdocio, cuarto poder y todo lo demás; es todo eso – sinceramente -; pero los bienes que la hacen tal no pueden separarse de ciertos males. Razón de más para estudiarlos, para prevenirnos contra esa especie de inmoralidad intrínseca, con el objeto de saber si es posible evitarla, y, si no, atenuarla hasta donde nos sea posible.
“Ante todo, y si bien se piensa, la prensa es realmente una cosa formidable: la impresión que se siente ante ella, si tratamos de librarnos de la costumbre, casi no puede ser otra que de terror. Existe en mecánica un aparato, que se llama, justamente, prensa, también: la prensa hidráulica, por cuyo medio, como nos enseñan los tratados de física, un niño puede realizar trabajos colosales, puede levantar moles, puede triturarlas; pues bien: en la otra prensa, sucede absolutamente lo mismo: cualquiera, también, puede, por ejemplo, levantar reputaciones, o hacerlas pedazos, con la mayor facilidad, y hasta con la misma inconsciencia del niño. Por eso no encuentro otros términos que espanto o terror ante esa desproporción colosal entre la causa y el efecto.
“Sean dos de ustedes, iguales en inteligencia, iguales en saber, iguales en todo; pero el uno “escribe en un diario”, y, el otro, no. Ambos opinan sobre una misma cuestión: política, filosófica, científica, económica, personal… La opinión del uno, produce efectos en un radio limitadísimo; en su casa, en las conversaciones que pueda tener en la calle con cinco o seis amigos, y nada más; entretanto, la opinión del otro, que es igual, puede al otro día, manifestándose por medio de un artículo, impresionar a todo el país; puede llevar la convicción, hacer creer en un hecho, tal vez falso, a millones de personas; puede destruir una reputación para siempre; puede hacer al honor, a la felicidad de uno o de muchos seres, un mal irreparable; sin embargo, la fuerza era la misma.
“Realmente, cuando se piensa, esto causa espanto. Por consiguiente, la moral de la prensa es una moral delicadísima. El que dispone de un poder semejante, se encuentra en una situación especial, y contrae deberes que se diferencian de los otros deberes en que tienen una intensidad también formidable, o que debería sentirse como tal; y entretanto, como les decía, hay en la prensa, a mi juicio, una causa de inmoralidad intrínseca, inevitable, que puede descomponerse en dos: en lo relativo a los hechos, la obligación de afirmar sin información bastante; y, en lo relativo a la doctrina, la obligación de opinar sobre todos los asuntos.
“La obligación, digo, de informar sobre los hechos sin base suficiente. Esto es inevitable, y es grave. Enseñamos ya para el caso limitado y menos grave de las conversaciones privadas, que hay que guardarse bien de hacer una afirmación antes de tener sus pruebas; que antes, por ejemplo, de atribuir a una persona un acto que pueda afectar su reputación o su tranquilidad, han de buscarse todas las pruebas necesarias. Entretanto, la prensa está organizada de una manera tal, que la afirmación (y, si no, la insinuación), debe venir siempre, casi fatalmente, antes que la prueba, o, en todo caso, nunca puede esperar la prueba lógicamente rigurosa, ni aún aceptable.”
Luego de un extenso desarrollo, donde pone algunos ejemplos de acciones concretas en las que una información insuficientemente comprobada, difundida en un medio de prensa, ocasiona daños irreparables, termina su artículo de esta forma:
“El joven que escribe para los diarios, adquiere, y en poco tiempo, una facilidad que generalmente le resulta engañosa; siente que su capacidad para el trabajo ha aumentado. Efectivamente, no era capaz antes, tal vez, de escribir dos o tres párrafos en una hora; después de algún ejercicio en la prensa es capaz de escribir en ese tiempo media columna, o una entera, con facilidad, con corrección, y muy a menudo, con brillo. Siente entonces la sensación de que es más capaz que antes para el trabajo; y en cierto sentido, naturalmente, lo es; pero esta mayor facilidad tiene generalmente una compensación muy triste; a medida que se va adquiriendo la capacidad para el trabajo fácil, se va perdiendo la disposición, y al fin hasta la misma aptitud, para el trabajo concentrado, fuerte, difícil; tanto el estilo, como el mismo pensamiento, se van acostumbrando a la falta de resistencia. Ahora bien, ese es justamente un mal sudamericano; por eso decía que, sean cuales sean los hechos en los medios europeos, en nuestros medios (aquí, como en todo, hay que observar directamente) tenemos ya demasiada tendencia a ese estado de espíritu; y, por consiguiente, lo que tal vez no es peligroso allá, aquí puede serlo; y es, a mi juicio, lo que la experiencia demuestra. Si me fuera dado hacer una comparación, les diría que el buen vino no se puede preparar en recipientes abierto; en éstos se produce, es cierto, un vino suave y alegre, para el consumo corriente; pero el de fondo, concentrado y fuerte, ése tiene que fermentar y condensarse en recipientes cerrados, con la resistencia y con el tiempo.
“Pues bien, con nuestra cosecha intelectual, sucede que casi toda se gasta en esa preparación fácil para el consumo inmediato. Pero no hay reserva; y creo que la prensa tiene bastante culpa.
“Las inteligencias jóvenes, salvadas siempre las excepciones, tienen aquí tendencia a la producción fácil. No sólo las jóvenes: algunas conozco que ya estaban hechas, y a las cuales, sin embargo, esa tarea diaria de la prensa, que obliga a la producción fácil, ligera, sin esfuerzo, les ha quitado la capacidad de concentración. Si mis afirmaciones resultaran violentas, podría demostrarlas; pero no aquí, donde sería triste y molesto nombrar a tantos “que hubieran sido y que no fueron”…
“Naturalmente, me hubiera sido sumamente fácil arreglar todo esto más o menos inteligentemente, y demostrar a ustedes que hay medios de combatir con facilidad el mal; pero hubiera sido poco sincero. Lo más que creo, es que el periodista podría hacer una especie de separación (y este va a ser mi consejo práctico): hacer una especie de separación entre su personalidad de periodista y su personalidad intelectual propiamente dicha: reservarse una o dos horas diarias para un trabajo difícil, para concentrar, para corregir, para pulir, para ahondar, para condensar, en resumen; pero debo declararles que ello es mucho más difícil cuando el trabajo que constituye nuestra profesión es del mismo género, esto es, del género intelectual. Ustedes oirán decir muy a menudo que es inexplicable cómo algunas personas pueden, por ejemplo, ser poetas y ganarse la vida en un empleo administrativo ínfimo e ininteligente o sumando números en un Banco. Pues bien, hay aquí un error; mientras más diferente es el trabajo profesional del intelectual propiamente dicho, menos lo perjudica; justamente el inconveniente del trabajo de la prensa, está en que se parece mucho al trabajo intelectual. Ser empleado de Banco o auxiliar de oficina, y autor de libros, es más fácil; y más fácil sería todavía ser carpintero, desempeñar un trabajo manual cualquiera, y reservarnos entonces nuestra inteligencia completamente libre para el trabajo intelectual intenso.”
Hemos tomado sólo dos casos, de los muchos acumulados a lo largo y ancho del país, donde no son legión, pero están esparcidos periodistas que buscando el sensacionalismo de la noticia, de una tapa de periódico, o cabeza de un noticiero, usan, queremos creer que sin pensar en las consecuencias, este tipo de informaciones mal manejadas, que producen tanto daño. Y que van minando, la confianza y relación que debe existir en la atención de la salud.
Es recomendable leer el libro de Vaz Ferreira, que también contiene su capítulo de “Moral para Médicos” y “Moral para Abogados”, entre otros. Pero con el fragmento transcripto queremos, a la vez que recordar al filósofo y pensador de cuya muerte se cumplieron 50 años, y le fue dedicado el Día del Patrimonio, estas reflexiones, que hacen no sólo a la prensa escrita, que era la que existía en 1908, cuando dictó esta Conferencia el Maestro, sino a todos los medios de comunicación masiva que luego aparecieron: la radio y la televisión, el cable e Internet.
¿Dónde queda la responsabilidad de los periodistas y de los dueños de los medios? ¿Dónde está la calidad de los periodistas? ¿Este tipo de informaciones sin corroborar o confrontar con las diversas fuentes, es profesionalmente adecuado tratarlas de este modo, o será que se está procediendo sin calidad, ni control de calidad? ¿Qué podemos hacer para evitar que se hagan irresponsables acusaciones, que desprestigian o matan personas dignas? ¿Habrá que recurrir a la Justicia para demandarles por su responsabilidad? ¿O habrá que mejorar su ética y su formación?
29/12/08
Víctimas, victimarios e impunidad
La Argentina es una eficiente fábrica de víctimas. Víctimas de la represión dictatorial, víctimas de los accidentes de tránsito, víctimas de la violencia policial, víctimas de la desaprensión empresaria, víctimas de la pobreza. Distintos tipos de víctimas que los medios se encargan de superponer sin otro criterio que los desgarramientos que provocan.En los últimos años el sentido común ha incorporado el concepto de que las víctimas son todas iguales. No siempre fue así. Baste recordar el célebre “por algo será” que acompañó a las víctimas de la dictadura. Y ni siquiera ahora siempre es así. Baste recordar la célebre reflexión de Juan Carlos Blumberg –“en ese caso el chico se drogaba, hizo una mala actuación”– sobre el asesinato de Sebastián Bordón a manos de la policía mendocina. De ese avance social contra la discriminación del dolor buena parte de los medios derivó un corolario engañoso: “también todos los victimarios son iguales”. Y en este caso la palabra victimario incluye indiferenciadamente desde genocidas a inspectores desaprensivos, pasando por toda la gama posible de las conductas humanas.Una familia llora con el mismo legítimo dolor a uno de sus hijos muerto en la tortura que a otro atropellado por un auto. Pero a un país no le convendría confundir los males del tránsito, por graves que sean, con los de un plan criminal dirigido a eliminar desde el Estado cualquier resistencia a sus antojos dictatoriales. Es lo que diferencia un crimen de lesa humanidad de un asesinato o un accidente. En estos días es común ver que la prensa conservadora iguala los crímenes de lesa humanidad, por definición cometidos desde el aparato estatal, con los perpetrados por particulares. Se enfatiza para ello en las características horrorosas que también puede mostrar cada uno de éstos. Pero diferenciar un genocidio de un asesinato no hace sólo a una cuestión de proporciones, sobre todo sirve para garantizar a la sociedad las mejores armas legales en su defensa. Distintos males reclaman, sin duda, distintos remedios. Es imposible comparar la amenaza al bien común que implica el daño provocado en el cuerpo social por aquellos supuestamente destinados a defenderlo con la que puede encarnar cualquier organización privada, por poderosa que fuera.Esta buscada confusión se profundizó aún más cuando, bajo la palabra “responsable”, buena parte de los medios mezclaron a los acusados con voluntad de delinquir con aquellos cuya conducta incorrecta o desaprensiva terminó aceitando la “fábrica de víctimas” (Omar Chabán, Callejeros y una variada gama de funcionarios municipales terminaron así convertidos en “genocidas”). Una sutil y peligrosísima manera de disolver en culpas indiscriminadas las que cargan los que sometieron a su voluntad las vidas y los bienes de los argentinos.Durante décadas, el poder económico y político peleó por mantener en la impunidad los crímenes que tanto contribuyeron a consolidar el perfil regresivo que exhibe la Argentina actual. No fue sólo una actitud declarativa o propagandística. Los peores delincuentes de la historia nacional quedaron eximidos de todo castigo por leyes y decretos inconstitucionales creados especialmente para impedir cualquier posibilidad de justicia. Hace pocos días la Corte Suprema, como culminación de una larga lucha social corporizada en los organismos de derechos humanos, borró dos de esos obstáculos (las leyes de obediencia debida y punto final) y se espera que en un plazo no muy lejano termine removiendo el último (los indultos).Por eso es tan importante ser muy cuidadoso cuando se habla de impunidad en relación a casos como el de Cromañón, en los que la justicia (por supuesto, con todas las polémicas características que arrastra) está actuando sin más interferencias que las que le plantea una sociedad tan sensibilizada como la argentina. En este caso puede haber buenos o malos fallos, resoluciones que conformen o enfurezcan a las partes involucradasy a la sociedad en su conjunto, pero, a menos que se revele que fue impedido el accionar judicial, difícilmente corresponda hablar de impunidad.Ese cuidado debería extremarse, sobre todo desde lo alto del poder político, a la hora de comparar un crimen de lesa humanidad con una espantosa tragedia. Los tribunales tienen la obligación de identificar a los responsables y hacer justicia en los dos casos. Por ahora, eso es lo único que los unifica.
"ACOSO PSICOLOGICO DE LA PRENSA CORRUPTA"
27/12/08
La Audiencia condena a 'La Verdad' por la intromisión ilegítima en el honor del médico Martínez Pertusa
La justicia ha considerado que las informaciones publicadas por ambos medios en el mes de junio del 2004, referentes a una condena que había recaído sobre el doctor, suponían una intromisión ilegítima en su derecho al honor, por lo que estima que éste debe ser indemnizado en la cantidad de 20.000 euros por parte del diario escrito, en una cantidad idéntica por laverdad.es y en igual cuantía por parte de la entidad El Defensor del Paciente (Adepa), por las consideraciones que su portavoz hizo en estos medios de comunicación. Igualmente se condena a estas tres partes al pago de los intereses legales y de las costas generadas en el proceso.
La resolución judicial tiene su origen en las informaciones publicadas los días 10 de junio del 2004 en laverdad.es, y el día después en el periódico La Verdad, basadas en la condena impuesta al doctor Martínez Pertusa por haber intervenido a un paciente sin haber requerido su consentimiento informado por escrito. La operación quirúrgica se había realizado en el año 2000 a un enfermo de cáncer, quien a día de hoy se encuentra recuperado de esa patología. En la sentencia se hacía constar que no se había demostrado negligencia o falta de pericia en la actuación profesional del médico.
Martínez Pertusa interpuso sendas demandas contra La Verdad, la edición digital laverdad.es y El Defensor del Paciente por estimar que las informaciones difundidas sobre su persona eran inveraces, dañaban su imagen por la difusión de una fotografía suya y atentaban contra su derecho al honor. Por ello reclamaba a cada una de las partes demandadas una indemnización de 20.000 euros. Las pretensiones de Martínez Pertusa fueron estimadas en primera instancia por el Juzgado número 10 de la capital y ahora el fallo ha sido confirmado en su integridad por la Audiencia Provincial de Murcia.
El alcalde de Totana absuelto ¿Quién resarcirá los daños morales, psiocológicos, económicos y sociales?
Después de muerto, 'El tomate' sigue dando disgustos a Telecinco
La Audiencia Provincial de Sevilla ha retificado una sentencia de un juzgado de Primera Instancia que condena al desaparecido programa de Telecinco a pagar 90.000 euros a Cayetana Fitz-James Stuart.
Según la sentencia, el programa ha vulnerado "gravemente" sus derechos al honor e intimidad en distintas informaciones de una infidelidad de la denunciante.
La sentencia, a la que tuvo acceso Europa Press, recoge que los condenados recurrieron el primer fallo al considerar que "lo publicado se limita a hacerse eco de una infidelidad de la denunciante recogida en un libro". Se refiere al libro "Memorias de viva voz. Autobiografía y testamento" de El Bailarín.
Para los condenados, la sentencia de primera instancia obvia cuestiones tales como la relevancia pública y social de la demandante, la neutralidad de la información, la publicidad que de su vida privada hace la Duquesa de Alba y, en definitiva, el interés público de la noticia.
Sin embargo, para la Audiencia Provincial de Sevilla el recurso corre "radical suerte desestimatoria", dado que "por más que se repitan una y otra vez los mismos argumentos, no se alcanza a desvirtuar lo decidido en la sentencia, cuya fundamentación jurídica es ajustada a la doctrina legal".
El magistrado coincide "plenamente" con lo que manifestó el Ministerio Público en la vista oral, que "una cosa es el interés público y otra el interés del público". "El marujeo, como de castiza forma lo calificó su ilustre representante, no puede ni debe erigirse en una sociedad de hombres libres, como modelo, espejo, especie protegible, ni ser considerado representación de esa realidad social a la que debemos respeto", recoge la sentencia.
Según el magistrado "por más que la realidad social mute, antes y ahora el hecho de que se proclame a bombo y platillo la infidelidad de una mujer es materia que le deshonra".
Así las cosas, además de ratificar la indemnización de 90.000 euros, el fallo recoge que los demandados deben publicar la sentencia en tres periódicos de difusión nacional y en los informativos de la cadena, en Telecinco.
Telecinco tendrá que indemnizar a Carmen Martínez Bordiú y a su marido
La pareja, poco después de casarse. (Foto: Yagüe)
SANTANDER.- La cadena privada Telecinco cometió una intromisión ilegítima en la intimidad familiar del matrimonio formado por Carmen Martínez Bordiú y José Campos al difundir en dos de sus programas unas imágenes de ambos desayunando en bata en la terraza de su casa, según ha sentenciado la Audiencia de Cantabria.
La sección segunda de la Audiencia confirma así el fallo dictado a principios de año por el Juzgado de Primera Instancia número 8 de Santander, que condenó a Gestevisión Telecinco a indemnizar a la pareja en la cantidad que se determine en un próximo procedimiento.
Las imágenes que han motivado la condena fueron emitidas el 26 de julio de 2006 en 'El programa del verano' y en 'Aquí hay tomate' y mostraban a Carmen Martínez Bordiú, en bata, recogiendo el desayuno en la terraza de su casa en Santander, mientras su marido, José Campos, en albornoz, encendía un cigarrillo.
La cadena había alegado en su defensa que las imágenes habían sido tomadas en lugar público y que Martínez Bordiú es "un personaje de relevancia pública que acostumbra a hacer partícipes o conocedores a los ciudadanos de ámbitos de su intimidad", según se relata en la sentencia de primera instancia.
Sin embargo, el juez consideró, en primer lugar, que el matrimonio no estaba en un lugar público, sino en la terraza de su domicilio y, en segundo, que las imágenes difundidas por Telecinco mostraban una escena perteneciente "al ámbito estrictamente privado y reservado a la esfera personal del afectado".
"Resultan inanes los argumentos ofrecidos por la demandada relativos al estrecho contacto que mantienen (Martínez Bordíu y Campos) con la llamada prensa del corazón, que les hace aparecer con asiduidad en los citados medios mediante reportajes o entrevistas consentidas, ofreciendo, entre otras, imágenes directas del interior de la vivienda" donde se grabaron esas mismas escenas, argumenta.
"Y ello", añadE el juez, "porque el citado proceder de los actores no legitima a los medios para invadir el dominio o escenas pertenecientes a la privacidad de los sujetos sin consentimiento de los interesados".
La Audiencia de Cantabria ratifica ahora esa sentencia y recalca que los argumentos del juez están en consonancia con la jurisprudencia dictada sobre este tipo de asuntos por el Tribunal Constitucional (TC) y Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).
La Audiencia cita en concreto dos precedentes: la sentencia del TC de 2002 que condenó a 'Diez Minutos' por haber publicado en 1991 unas fotografías del banquero Alberto Alcocer en una playa, "reveladoras de una relación amorosa", y un fallo del TEDH de 2004 que amparó a la princesa Carolina de Mónaco frente a la publicación de fotografías de su vida privada en la prensa alemana.
La sentencia que ahora condena a Telecinco razona que, según la doctrina de ambos tribunales, "resulta que la difusión televisiva de tales imágenes carece de justificación, porque la información que se comunica es absolutamente irrelevante para la comunidad y sólo sirve para satisfacer la curiosidad humana por conocer la vida de otros".
El magistrado ponente, Bruno Arias, argumenta además que aunque esas imágenes hubieran sido tomadas en un lugar público "lo cierto es que la difusión de lo que allí ocurría afectaba a su intimidad".
La Audiencia de Cantabria concluye su razonamiento recalcando que el Tribunal Constitucional ya ha establecido que "corresponde a cada persona acotar el ámbito de la intimidad personal y familiar que reserva al conocimiento ajeno".
Condena a 'El Tomate' por vejar a amigos de Farruquito
Las imágenes, en el bautizo de una familia gitana, se emitieron el 18 de abril y el 10 de mayo de 2006
Jorge Muñoz |El abogado Salvador Pérez Piña, que representa a la familia, mostró ayer su satisfacción por una sentencia que "reconoce que el derecho al honor y a la intimidad no son sólo patrimonio de los famosos, sino que también ampara a las personas anónimas". El letrado valoró la intervención del juez de Primera Instancia, que comprobó la identidad de cada una de las personas que aparecían en el vídeo, y de la Audiencia de Sevilla, que confirmó la indemnización.
Para la cadena, las imágenes se difundieron por el interés del personaje público y la familia del bautizo aparecía de forma accesoria a la noticia, pero el tribunal insiste en que "si hay algo accesorio en la grabación es la figura de Farruquito, ya que la noticia de su asistencia al bautizo no hubiera perdido contenido si sólo hubieran sido emitidas imágenes de él, sin hacer alusión específica -y menos aún denigrante- a terceras personas".
'El Tomate', condenado a pagar 300.000 euros a Gonzalo Miró
El joven presentador demandó al programa por especular sobre la identidad de su padre
T.B.G. - Madrid - 19/10/2007
La Audiencia Provincial de Madrid ha admitido el recurso de apelación presentado por Gonzalo Miró en su demanda contra Tele 5 y los responsables de los programas Aquí hay tomate y TNT, a quienes condena a indemnizar con 300.000 euros -por intrimisión ilegítima en el derecho a la intimdad personal y familiar- a Miró y a su madre, la directora Pilar Miró, fallecida hace 10 años.
Aquí hay tomate y TNT especularon en el verano de 2005 con la identidad del padere del joven